Un eterno principiante...
Zazen: ¿Sólo una técnica para principiantes?
Hay un error que el maestro Dogen denuncia en el Zazenshin,
que consiste en pensar que zazen es bueno sólo para los principiantes y que no
es una práctica necesaria para los buddhas, para quienes han despertado.
Actualmente hay muchas personas que piensan así. Escuchan
conferencias, leen libros, piensan que ya estamos naturalmente despiertos y
que, por tanto, no se necesita practicar. Pero pensar de este modo es apegarse
simplemente a una concepción imaginaria acerca del despertar, en la que el
despertar se vuelve una idea pero no una experiencia real. Este error surge
cuando se piensa en términos de progresión, de etapas: hay, por ende, una
práctica para principiantes y, luego, una ausencia de práctica para los
despiertos, como si la práctica sirviera solamente para conseguir el despertar
y se tornara inútil tras él. Es una visión utilitaria, una visión dualista, que
separa la práctica y la realización, reduciendo la práctica a un mero medio,
una herramienta para permitir que el ego consiga lo que busca. Con semejante
mentalidad, uno jamás podrá hacer realidad el verdadero despertar, que reside
en la práctica de cada instante, en la que se abandona todo espíritu de
separación, toda dualidad, y en la que el cuerpo y la mente se vuelven
realmente uno con la Vía a cada instante, más allá de los pensamientos, de los
deseos de lograr una condición especial que se llama despertar”.
Así pues, la práctica de zazen no está reservada a los
principiantes. En realidad, en toda la historia de la transmisión del zen,
todos los buddhas, todos los maestros, han continuado con la práctica, más allá
del satori, más allá del despertar. Ninguno se detuvo y dijo que ya no
necesitaba practicar. Incluso Buddha continuó con el zazen durante toda su
vida. El maestro Deshimaru, hasta sus últimos días, seguía el zazen a pesar de
su enfermedad. Practicar zazen significa ser un eterno principiante. Seguimos
practicando zazen con la mente del principiante, que es siempre nueva, que se concentra
solamente en la práctica del aquí y ahora, receptiva a la novedad de cada
instante. Aunque los días se sucedan y acaso se parezcan, al igual que la
práctica, la configuración en la que nos encontramos a cada instante es siempre
nueva. Es como el agua del río: es siempre el mismo río el que pasa, pero el
agua es siempre diferente. La vida es así: si no, no habría vida. La vida de
Buddha, la vida despierta, consiste en armonizarse plena y gozosamente con ello, que es la verdadera
liberación. No hay liberación fuera del estar en armonía con el orden cósmico,
con la realidad.
Roland Yuno Rech - Manual de meditación Zen.