Las doce causas de interdependencia (7) - Roland Yuno Rech
La consciencia
Cuando en zazen, nos concentramos en la postura y la respiración, la agitación mental se calma, no seguimos los pensamientos y la conciencia hishiryo, sin entretener los pensamientos, sin apegarnos a ellos, sin tampoco odiarlos o rechazarlos. Es la conciencia que no se identifica con nada, libre de todo condicionamiento.
En el encadenamiento de las doce causas interdependientes, la conciencia es el tercer eslabón de la cadena. Condicionadas por la ignorancia nuestras fabricaciones mentales condicionan a su vez la conciencia. La conciencia no está separada de los otros componentes de nuestra existencia. No hay una conciencia en sí, autónoma, es siempre una conciencia de algo, por ejemplo, con respecto a las percepciones de los sentidos. Tenemos conciencia de ver algo, una forma ante nosotros, sentir un olor, oír sonidos, gustar un sabor, sentir un perfume. También tenemos conciencia de pensamientos que aparecen. La conciencia participa de nuestra relación con el mundo, depende de nuestra percepción, de nuestros órganos de los sentidos. Es también dependiente de nuestras fabricaciones mentales. A menudo, es difícil encontrar a alguien sin prejuicios, de ver a la persona tal cual es.
Kodo Sawaki insistía a menudo en este punto, y cada uno puede hacer la experiencia. Alguien que tiene una mente de ladrón, por ejemplo, ve en cualquier parte oportunidades de cometer un hurto. Los policías ven constantemente culpables, los obsesos sexuales ven por todo posibles parejas, ¡los godos ven en todo lugar posibles discípulos! Así, nuestras fabricaciones mentales condicionan nuestra conciencia, de forma que nuestros estados de conciencia son influenciados.
Practicar zazen, es darse la ocasión de ver esto, en la medida de lo posible despojar nuestra conciencia de nuestros condicionamientos, de forma que encontremos una conciencia fresca, nueva a cada instante.
De hecho, hay tantas conciencias como modos de condicionamiento de nuestra mente. La conciencia no tiene forma fija, a veces funciona de forma calculadora: shiryo, el pensamiento que calcula, como cuando hacemos un trabajo con un objetivo preciso. Cuando practicamos con un espíritu mushotoku (sin objeto) abandonando toda intención de obtener cualquier cosa funcionamos en el modo hishiryo. Es lo que llamamos la mente de Buda, que se armoniza con la vacuidad de todo objeto, la conciencia profundamente despierta. Pero, incluso esa conciencia es impermanente, depende de la práctica.
Por eso en el Soto zen, práctica y realización son inseparables. Aunque hayamos hecho una profunda experiencia, aunque hayamos tenido el satori y creamos haber comprendido profundamente, si no continuamos practicando, eso se convierte en un recuerdo en nuestra conciencia, un pensamiento entre otros. Así, en nuestra práctica estamos atentos a no dejar que nuestra conciencia permanezca en nada, sino que, al contrario, que circule libremente como un torrente de montaña.
Las doce causas de interdependencia - Sesshin de Kasterlee (Belgica), 4 al 6 de febrero de 2000